Cajón "desastre"

Sin drones a la vista

31 marzo, 2017

El otro día estaba haciendo mi tabla de gimnasia en el parque que hay junto a mi casa (momento que aprovechan las mordaces de mis hijas para pitorrearse un rato desde la ventana), cuando presencié una de esas escenas cotidianas que te dejan una muesca en el cerebro que luego arrastras durante toda la semana. Un niño, de unos siete años, andaba obnubilado siguiendo los pasos de una vulgar cucaracha, a la que importunaba con un palo dándole la vuelta una y otra vez. Era uno de esos momentos donde la infancia se muestra en estado puro y el niño fabrica una cámara de cristal donde nadie más tiene cabida. La madre estaba unos metros más allá, y parecía un soldado americano camino de Afganistán. Cargaba una pesada mochila sobre el hombro izquierdo y un bulto en la mano derecha que parecía una metralleta camuflada en la funda de un violín. Aún le quedaba la otra mano libre para sujetar un paquete de tortitas de arroz con las huellas de pequeños mordiscos. Al principio la buena señora se dirigía al niño con esa suave voz que ponen las madres en las series de televisión: «cariño, venga, que tenemos que llegar a música«. Cinco minutos después el tono se iba pareciendo cada vez más a la madrastra de Cenicienta, hasta que agarró al niño de la capucha y tirando de él, le dedicó esa maravillosa frase de: «¡estoy hasta la coronilla de decirte las cosas cien veces!«. Ya quisieran los de X-Men tener la capacidad mutante de una madre.

Leo con enorme interés la avalancha de artículos que hay sobre la proliferación en nuestra sociedad de niños estresados, insatisfechos, permanentemente enfadados, y con una escasa capacidad de resolver solos sus problemas. Nuestros hijos están híper-estimulados, empachados de información (que no conocimiento) y sometidos a una frenética actividad después de la jornada escolar. Algunos echan peonadas de más de ocho horas diarias, y sin sindicatos que les defiendan. El tiempo de los niños está planificado y dirigido por unos padres que quieren darles todas las oportunidades posibles: música, deportes, idiomas, pintura, danza, talleres de expresión corporal, cocina, artesanía con materiales reciclados, y cálculo mental guiñando el ojo derecho y saltando a la pata coja. Es curioso lo exigentes que llegamos a ser con los profesionales de la educación y la laxitud con que soltamos a los chavales en todo tipo de actividades extraescolares hasta altas horas de la tarde.

No soy de esas personas con añoranzas de tiempos pasados; al revés, creo que vivimos en un momento magnífico que ofrece nuevas dimensiones para tener una mente más abierta y una amplia formación. No obstante, las actuales formas de vida han recortado las alas de los chiquillos y la práctica del juego libre, sin reloj y sin mayores empieza a ser una rareza. Casi todos los pedagogos coinciden en afirmar que el juego espontáneo es la mejor academia (de no pago) que existe, donde el niño experimenta, descubre y resuelve. Cuando juegas con los demás compañeros aprendes las reglas de interacción, a guardar el turno, a perder, a ganarte la gratificación de los demás, a resolver los conflictos y a buscarte la vida. Estamos inmersos en una vorágine de actividad donde el aburrimiento tiene muy mala prensa, ya que existe una especie de culto a estar ocupados todo el santo día. Ver a nuestros hijos aburridos nos genera un enorme sentimiento de culpa, una desazón que nos impulsa a buscarles rápidamente el entretenimiento. Craso error, el aburrimiento en el niño es más necesario que el comer, ya que potencia la imaginación, la creatividad, y el desarrollo de su independencia.

Los mejores momentos de mi infancia trascurrieron durante la hora y media de libertad que teníamos después del comedor. El colegio se transformaba entonces en un terreno abierto libre de adultos donde inventábamos hasta la pólvora. Éramos criaturas silvestres con el mundo a nuestra altura. Entre los numerosos juegos, había uno que acarreaba un mayor desafío (porque estaba terminantemente prohibido). Consistía en saltar la tapia del colegio, que limitaba con un campo abandonado, y regresar con algún botín. Mi hermano mayor era un artista en trepar el muro y volver con los bolsillos repletos de lagartijas, lo cual tenía mucho mérito porque era el hijo de la directora. Tampoco me libré de las actividades extraescolares, aunque con moderación. Probé a aporrear la guitarra y la bandurria, así como algunas clases de canto coral. Mi caso representa un ejemplo extraordinario para explicar la diferencia entre «oreja» y «oído». También lidié con el baile durante algunos años. Mi hermana y yo asistíamos a las clases de una conocida bailaora que comenzaba la sesión con ballet clásico, al estilo refinado de La Pávlova, y terminaba con una rumbita flamenca a la manera de Lola Flores. En una hora y media pasábamos de El Lago de los Cisnes a Maruja Limón, sin despeinarnos. Aquellas clases no solo me dejaron una sólida formación clásica y popular, sino también una cura de humildad para toda la vida. La profesora me colocaba siempre en la última fila para que no se me viera demasiado; no quería correr el riesgo de que el resto de las alumnas tuvieran la tentación de imitarme. Entonces nadie sabía lo que era un trauma.

Los «PADRES DRON» representan a las nuevas generaciones de padres: dícese de progenitores muy plastas que vigilan y protegen constantemente a sus pequeños para que no tengan el más mínimo contratiempo. A mi juicio éste es el mayor problema al que se enfrenta hoy la escuela; no tanto la falta de medios y recursos, sino la proliferación de niños híperprotegidos, blindados por unos padres que impiden su autonomía y que no entienden que las dificultades son las que forman y educan. Los padres dron abortan cualquier iniciativa que pueda deslucir a sus retoños, y todos (sin excepción) consideran estar educando a verdaderos genios. Sin duda alguna todos los padres pensamos que nuestros hijos son especiales y estupendos, faltaría más, y me parece incuestionable que cada chiquillo está bendecido con unos dones y cualidades que debemos fortalecer. Pero, por pura estadística, no puede haber tanto niño superdotado. La prueba está en el muestrario de adultos. ¿En qué momento se produce la transformación?

No soporto los programas de televisión que reproducen mundos de adultos con niños, en un ambiente competitivo que dinamita la inocencia. Personalmente no le encuentro ninguna gracia a presenciar cómo un grupo de chavales cocina un solomillo con foie, y lloran ante las cámaras porque no les sale un sofrito. Siento mucha pena cuando veo a una chiquilla contonearse y cantar una letra tan grosera como «Antes muerta que sencilla«. La infancia es algo muy serio, representa esa corta temporada donde se forja todo lo que seremos, cuando el niño va construyendo poco a poco su memoria a través del juego. El día en que nuestro futuro comienza a interesarnos más que un bicho queda definitivamente atrás la etapa más maravillosa de la vida.

 

© Fotografía: Menahen Kahana

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26 Comments

  • Reply Edwin Garita Segura 31 marzo, 2017 at 7:48 pm

    Ya extrañaba sus escritos.

  • Reply Margarida 1 abril, 2017 at 10:06 am

    Lectura emocionante….sonrisa, risa, lágrima, risa…… Un fuerte abrazo !

    • Reply Rosa María Mateos Ruiz 1 abril, 2017 at 12:58 pm

      Precioso resumen, y una satisfacción que esta entrada despierte tantos sentimientos.
      Un grandísimo abrazo

  • Reply José Antonio 1 abril, 2017 at 11:40 am

    Espero no acostumbrarme a esto de intervenir en los comentarios de tu blog. Pero: cuando quieras tienes una invitación a dar una charlita a la asociación de papìs y mamis de mi instituto.
    Besos.

    • Reply Rosa María Mateos Ruiz 1 abril, 2017 at 7:05 pm

      Pues me encantaría que te acostumbraras a dejarme comentarios, siempre enriquecen y no sabes la vida que le dan al blog.
      Te agradezco mucho la oferta, pero no me meto yo en una charla a los padres sobre este tema ni loca, saldría con más banderillas que un novillo en la feria de Sevilla. Desde aquí una reverencia (de las de verdad) a todos los docentes.

      • Reply José Antonio 3 abril, 2017 at 10:19 pm

        Ya me imaginaba que no ibas a caer en la trampa saducea y algo tosca que te pretendía tender. Bueno, ya que no quieres asumir los riesgos de acabar como astado en coso taurino, al menos reconforta leer cosas sensatas al respecto.

        • Reply Rosa María Mateos Ruiz 4 abril, 2017 at 8:40 am

          ja,ja,ja,. Temo mucho más a un grupo de padres que a un ejército de chiquillos. Gracias Jose por la oferta…….en otra vida.

  • Reply Consuelo Martinez 1 abril, 2017 at 6:07 pm

    Como me ha gustado este artículo Rosa y como lo comparto. Hemos perdido el sentido común y ya veremos las consecuencias . Me encanta seguir tu blog , Gracias , no dejes de escribir .

    • Reply Rosa María Mateos Ruiz 1 abril, 2017 at 7:11 pm

      Muchas gracias Consuelo, y me alegra mucho esta presencia tuya en el blog. Como docente de larga trayectoria sabes perfectamente de lo que hablo. Un fuerte abrazo.

  • Reply Antonio Parrlla. Muñoz 1 abril, 2017 at 6:22 pm

    Querida amiga Rosa:.

    Como siempre y siguiendo mi costumbre, primero te contesto y luego leo los demás comentarios, por aquello de no contaminante ( en el buen sentido).

    Decirte que espero tus escritos como agua de mayo, ya que despiertan mi imaginación. Este de hoy y al igual que co todos, lo tengo que leer despacito, y al igual que una buena comida( comer es para mi un arte y un placer) sí deseo me siente buen, debo degustarlo poco a poco.

    Tomo mi pluma y trataré de no perder ni una coma.

    Mi primera parada es imaginar a esa madre» transfigurada» fantástica tu foto mental de mutantes, jajaja.

    La siguiente lectura ( tu relato de hoy me ha gustado como todos pero poniéndole el prefijo re. .Ese niño jorobando a la cucaracha.. contrasta con la escena siguiente en la que nos presentas unos padres «drones» dedicados a meter todo el cconociminto mundial en el pequeño disco duro de sus pequeños o pequeñajos ( Jesús María y José) ; ignorando que en el mundo animal los peques aprenden jugando .
    Ya la siguiente parada, la que dedicas a tu infancia y nos presentas la sutil diferencia entre «oreja y oído»jajaja no he podido contener mi risa .. ! Un poema!!o tus «traumas»…

    Tengo que decirte que mas que leer tus comentarios. me los he bebido , sorbo a sorbo .

    Estoy contigo ( ya termino) en lo que refieres con respecto a «dinamitar la inocencia»y esta aberración ( aumentada con mercantilismo) traerá consecuencias graves para esos pequeños .

    Resumiendo : una maravilla y no hay mas!!

    Un abrazo, amiga.

    • Reply Rosa María Mateos Ruiz 1 abril, 2017 at 7:21 pm

      Qué bonito todo lo que siempre dices Antonio. Me ha gustado mucho eso de que «todos los animalillos aprenden jugando», porque es una gran verdad. Fíjate, las «Aventuras de Antonino» me han inspirado mucho, porque relatas la libertad de tu infancia como contrapunto a lo que se vive hoy.
      Hace poco vi una entrevista a uno de esos niños «prodigio» de la televisión y le preguntaban:
      – ¿Qué quieres ser de mayor?
      y respondió…
      – Yo quiero ser niño.
      Pobrecito .
      Un abrazo siempre y gracias por alimentar mi blog con tan sabios comentarios.

  • Reply Paisajes del Agua 1 abril, 2017 at 6:48 pm

    Magnífico Rosa. Estoy de acuerdo con casi todo. El casi es por rebeldía, por llevar algo la contraria. Que eso es muy propio de la juventud, que no querría haber perdido del todo.

    • Reply Rosa María Mateos Ruiz 1 abril, 2017 at 7:16 pm

      Ya sabes que esa parte díscola tuya, es la más interesante. La foto la decidí pensando un poco en ti, cómo cualquier canalillo de agua puede convertirse en el paraíso de un niño. Tienes que hacer una entrada en tu blog «paisajesdelagua.es» sobre agua e infancia.

  • Reply Andrés 2 abril, 2017 at 9:51 am

    Rosa, me encanta, el mensaje y la narración. Cómo docente no tengo más que darte la razón.

    • Reply Rosa María Mateos Ruiz 2 abril, 2017 at 11:07 am

      Muchas gracias Andrés. Ser docente hoy en día es un deporte de alto riesgo, cuando deberíais ser el colectivo más venerado de este país. Un fuerte abrazo.

  • Reply kikote 3 abril, 2017 at 9:18 am

    Mejor no se puede decir, hermanita!!! Pero sí más corto: a nadie le huelen sus peos ni sus chiquillos les parecen feos. Besos y te veo el finde

    • Reply Rosa María Mateos Ruiz 3 abril, 2017 at 9:24 am

      ¡Qué fino mi hermano! Éste es el de las lagartijas; tampoco le ha quedado ningún trauma al chiquillo.

  • Reply HOMO SAPIENS "CANIJUDIENSIS" 3 abril, 2017 at 5:55 pm

    Estimada bloguera, como siempre qué acertada fotografía para acompañar el título de su entrada… Ese mozalbete sumergido en las procelosas aguas del abrevadero, asomando sigiloso sus gafas de buceo ante atónito auditórium y seguro que exclamando ufano para sus adentros: ¡Eureka, sin drones (padres) a la vista!
    Yo siempre fui un niño buenecito y timorato por lo que no puedo comentar anécdotas tan excitantes como las de este chaval o las de su hermano mayor de usted (ni más ni menos que el hijo de la Directora, ¡qué osado el prenda!). Sin embargo si recuerdo con verdadero gozo las innumerables horas de “juego libre, sin reloj y sin mayores” que mis padres tuvieron a bien otorgarnos a toda su retahíla de churumbeles. ¡Gracias papis! Aunque en más de una ocasión he pensado que aquella actitud tan generosa no era más que puro instinto de supervivencia por su parte.
    Aunque es cierto que en ocasiones he adoptado actitudes de “padre dron”, no son pocas las veces en las que se me ha mirado con extrañeza por la excesiva manga ancha que he mostrado con el tiempo libre de mis hijos; hasta el punto de no saber, con pelos y señales, qué estaban perpetrando y en qué ubicación exacta. ¡Anda que si se hubieran enterado que además ni siquiera me tienen de amigo en sus redes sociales!…
    Supongo que la virtud podríamos encontrarla en un punto intermedio de equilibrio: sensatez y confianza.
    Sempre un plaer sentir-la tan propera.

    • Reply Rosa María Mateos Ruiz 3 abril, 2017 at 6:52 pm

      Normas imprescindibles:
      N.1: Jamás estar en las redes sociales de «amigo» de sus hijos.
      N.2: Saber aproximadamente la ubicación de sus hijos, sin muchos detalles, y dejarles el mayor tiempo posible a su puñetera bola.
      N.3: Jamás hacerse el coleguilla de sus hijos. Ellos siempre le ven como un viejo, le guste o no.

      Aparte de eso, le comentaré que la directora del colegio imponía mucho. Nosotros recibíamos tanto en el colegio como en casa. Ahora bien, mi madre aplicaba la norma N.2 al pie de la letra.

      Gracias siempre amigo de Sa Roqueta.

  • Reply Stoneman 8 abril, 2017 at 9:34 pm

    me encanta como escribes Rosa…. parece sencillo, da la sensación que las palabras fluyen

    un beso del hombre de Piedra

    • Reply Rosa María Mateos Ruiz 9 abril, 2017 at 3:06 pm

      Me encanta tu nombre «Stoneman». Muy geológico. Muchas gracias por tus palabras. La verdad es que a veces la palabras fluyen solas; otras veces hay que releer una y otra vez la frase para darle la sonoridad que necesita. Créeme, es una labor minuciosa. A veces, un pensamiento se atraganta y no hay manera de darle forma.¡¡¡¡¡ Bienvenido Stoneman!!!!!

  • Reply Yiyo 20 abril, 2017 at 11:03 pm

    Un relato íntimo, lleno de profundidad y sentido común, pero contado en zapatillas. Una parada para los que estamos criando, y dedicar un rato a volver la vista hacia nosotros mismos.
    Gracias

    • Reply Rosa 21 abril, 2017 at 9:15 am

      Pues tienes toda la razón. Esta entrada es una autocrítica con todas las de la ley. Si comparo la libertad de espacio y tiempo que me dieron mis padres, con la que otorgo yo a mis hijos, no soy un dron, soy la nave nodriza del espionaje. A todos los que estamos criando, mi respeto y admiración. Andamos sin libro de instrucciones. Gracias siempre

  • Reply Nuria Martín 9 mayo, 2017 at 5:18 pm

    Querida Rosa,

    Comparto alguna de las partes que escribes pero creo que el enfoque puede estar un poco sesgado…
    Si que es cierto que en los últimos años he visto en algunas personas una «carrera´´por hacer de sus hijos auténticos pequeños eruditos.LLegan al colegio sabiendo leer, sumar, medio bilingües y tocando el violín, el piano y el trombón si me apuras… Yo personalmente no encuentro sentido a querer que el niño aprenda antes de tiempo y considero más importante acompañarlo para que desarrollen otras habilidades que seguramente en la etapa adulta les sean de más utilidad.
    Sin embargo «pensar mal´´ de los padres que llevan a sus hijos a extraescolares me parece un poco injusto ya que en muchas ocasiones responde más a una necesidad que a la querencia de hiperestimular a los niños.
    Con padres funcionarios o con horarios intensivos, con familia cerca que les pueda ayudar, etc (vamos con infraestructura de ayuda detrás), la decisión de cómo ocupan sus hijos su tiempo libre responde a una cuestión personal.
    En el otro lado están los padres con jornadas partidas, que no tienen soporte familiar cerca y cuyas opciones se ven reducidas a:

    1. Uno de los padres no trabaja o lo hace a media jornada con el consiguiente deterioro de sus carreras profesionales y por consecuencia de sus bolsillos.
    2. Contratar un@ cangur@. Opción respetable pero no muy económica.
    3. Actividades extraescolares. BINGO!!

    Con esto no quiero quitarte la razón en lo que escribes, puesto que seguramente la tengas. Sino expresar que en mi opinión el perfil del padre-dron surge cuando, con todo el abanico de posibilidades abierto, se impone a los niños las actividades para que sean los más inteligentes y los más perfectos del mundo.

    Aqui tienes otra visión como siempre desde el respeto.

    Un besazo!

    • Reply Rosa María Mateos Ruiz 10 mayo, 2017 at 1:39 pm

      Muchas gracias por esta visión, y bienvenidas sean todas las posibles «críticas». Jamás he pensado mal de ningún padre o madre, y mucho menos de las soluciones que busquen a resolver el día a día familiar. En la vida me metería a echarle las cuentas a ninguna familia. Cada uno sobrevivimos como podemos. Creo más bien que no he sabido transmitir el trasfondo de mis pensamientos. Esta entrada es una alabanza al juego libre de los niños, a que tenemos que dejarles que desarrollen su independencia cuanto antes, a que no hay que estar defendiéndoles permanentemente….. Ellos saben solitos cómo hacerlo, pero hay que dejarles. Nada más. También debo confesar una cosa: los padres que llevan al extremo lo de «mi niño, mi niño», me cansan. Un gran beso.

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