Cajón "desastre"

La Identidad Positiva

4 octubre, 2015

Acaba de dejar este mundo el neurólogo Oliver Sacks, que tuvo el magnífico humor de despedirse con las siguientes palabras: “por encima de todo he sido un ser con sentidos, un animal pensante en este maravilloso planeta«. Este epitafio ya desvela una personalidad excepcional como sólo cabe esperar del padre de la denominada «Identidad positiva«. Sacks dedicó toda su vida al conocimiento de las enfermedades neurológicas que influyen directamente en nuestra conducta emocional y a practicar una de las capacidades humanas más mermadas en los últimos tiempos: la empatía, ni más ni menos que la habilidad de calzarse los zapatos de otro. Su agudeza y socarronería británicas dejó un legado de pequeñas joyas literarias donde los protagonistas son personas perdidas en ese complejo universo que es la percepción; enfermos anónimos que nos regalan cada día un pequeño gesto heroico, y a los que respondemos con grandes dosis de temor, rechazo y compasión.

Mientras la nave Curiosity sigue dándose tripazos por la superficie de Marte, aún sabemos bien poco del hemisferio derecho de nuestro cerebro, esa masa pegajosa que controla las facultades cruciales de nuestra conducta emocional, el reconocimiento de la realidad y nuestros sentimientos. Pequeñas alteraciones o daños en este hemisferio dan lugar a personalidades que parecen viajar por otras tierras, caminantes por lugares inhóspitos plagados de abismos. Según los neurocientíficos, las conexiones horizontales hacia sus propios congéneres están gravemente dañadas en estos enfermos, pero desarrollan otras verticales con la Naturaleza, y muy especialmente con los animales. La Identidad positiva pone de manifiesto que siempre hay una reacción en nuestro organismo para intentar compensar, restaurar y reponer lo dañado, con el fin último de preservar la identidad propia; la esencia que nos diferencia del resto de los primates. Los protagonistas de las historias de Sacks, como en la realidad, suelen desarrollar insólitos dones artísticos o científicos y nos ofrecen mundos paralelos que únicamente ellos son capaces de percibir.

Hace pocos años mantuve una curiosa relación con un compañero de clase de mi hijo que tenía un autismo en grado no muy severo. Nos acercó su pasión incontrolada por los fósiles y los minerales, campo que dominaba el chiquillo como un experto. Pasó muchas tardes en mi jardín rebuscando en silencio los restos de mi trabajo: rocas curiosas, fósiles y minerales sin valor que yo desperdigaba por ahí al despejar la mochila. Jamás me miró a los ojos, ni mostró el menor interés por mi persona, pero rompía su mutismo aturullándome con cientos de preguntas sobre nombres, géneros, especies y sistemas de cristalización. Mi papel fue lamentable, al intentar comportarme como una madre de película americana, fomentando juegos comunes y ricas meriendas compartidas, lo que derivó en continuos y repetitivos fracasos. Mientras tanto, la actitud de mi hijo era dejarle completamente a su bola y acercarse de vez en cuando a comprobar que estaba bien. La maestra, una mujer maravillosa repleta de capacidades, había abierto un puente de comunicación entre ellos, fomentando el respeto y la aceptación, y consiguiendo que todos los compañeros formaran una piña en torno a él. Sí, estos pequeños milagros ocurren en la escuela pública.

En los niños, todos los conductos de comunicación están abiertos en cualquier dirección del espacio. A medida que crecemos, no sólo vamos perdiendo la frescura y desvaneciendo la curiosidad, sino que vamos fabricando cortocircuitos modelados por prejuicios, recelos y aprensiones que, sin darnos cuenta, van ocupando cada vez más espacio en nuestro cerebro.

 

Imagen de entrada: Nívola Uyà. https://www.facebook.com/Nivola.Uya.Ilustracion

Bibliografía recomendable de Oliver Sacks: El hombre que confundió a su mujer con un sombrero: Un antropólogo en Marte; Los ojos de la Mente.

You Might Also Like

12 Comments

  • Reply HOMO SAPIENS "CANIJUDIENSIS" 4 octubre, 2015 at 11:40 am

    Está usted en lo cierto: Sí (con tilde), estos pequeños (entre otros muchos) milagros ocurren en la (tan injustamente vilipendiada) escuela pública.
    De su exposición deduzco que para conseguir que todos fuéramos un poco más “empáticos”, que no antipáticos, deberíamos ser capaces de desarrollar más nuestras conexiones cerebrales verticales frente a las horizontales… Es curioso, yo siempre había pensado que el meollo de la cuestión de las relaciones humanas estaba, Thales dixit, en las intersecciones; ya saben, aquello de chico conoce chica, chico conoce chico o chica conoce chica. O como tan sabiamente nos han ilustrado eminentes personalidades con una más que desarrollada “identidad positiva”: pera conoce pera, manzana conoce manzana o plato conoce plato…
    Puedo asegurar que la ilustradora de esta entrada tiene muy bien desarrolladas sus capacidades empáticas, simpáticas y artísticas. Un beso muy fuerte Nívola, me encantan sus ilustraciones.
    Molt bé Rosa María, moltes gracies per aquesta nova lliçó d’humilitat i humanitat .

  • Reply qr 4 octubre, 2015 at 5:21 pm

    Rosa, desarrollas empatía,
    Cuando dedicas unos ratos,
    La prosa haces poesía,
    En tus escritos y relatos,
    Eres todo simpatía

    • Reply Rosa Mateos 5 octubre, 2015 at 7:08 am

      Gracias poeta. Seguiremos dedicando unos ratos a la prosa con la finalidad de rozar la poesía.

    • Reply Rosa Mateos 8 octubre, 2015 at 7:23 am

      Gràcies a Vostè. La empatía en nuestros políticos apenas existe. Ellos están inmersos en acrecentar su ego y viven en una realidad completamente ajena a la nuestra. Hay ciertas actividades en el ser humano que atontan las conexiones verticales y horizontales. Coincido con los elogios a la ilustradora. Gracias por estar ahí. Rosa

  • Reply David 4 octubre, 2015 at 8:43 pm

    Magnifico artículo Rosa… especialmente destacaria esa frase de: «A medida que crecemos, no sólo vamos perdiendo la frescura y desvaneciendo la curiosidad, sino que vamos fabricando cortocircuitos modelados por prejuicios, recelos y aprensiones»…
    Ciertamente que cuando queramos liberarnos de dichos condicionamientos será dificil, pues a parte de valentia, nos puede llevar un gasto de energia impresionante el destruir dichos «cortocircuitos».
    ¡Felicitaciones! Comparto en mi fb
    David

    • Reply Rosa Mateos 5 octubre, 2015 at 7:12 am

      Cierto David, destruir los cortocicuitos ya es una tarea tediosa. No obstante, cuando se sobrepasa cierto umbral de edad cerca ya del desenlace, se vuelve a la frescura de la infancia. Gracias por estar ahí.

  • Reply qrbrother 5 octubre, 2015 at 5:05 pm

    Es curioso, pero cuando compruebas en tu persona la empatía es cuando realmente te das cuenta que la ciencia es poesía y la poesía ciencia.

    Hace unos años padecí un accidente cerebro vascular, justo en el hemisferio derecho de mi cerebro. Salí con vida después de una delicada intervención quirúrgica.

    Hoy me encuentro prácticamente con mis «relaciones horizontales» bastante afectadas.

    Me explico: me afectan mucho, y cada vez más, los egoísmos sociales, la hipocresía de las personas poderosas, la mentira generada para dominar social política y económicamente a los débiles y desposeídos, las guerras originadas para «llevar la democracia “a algunos pueblos, y otras conexiones horizontales similares.

    Sin embargo he recuperado y fortalecido las conexiones verticales con la naturaleza en todas sus vertientes: primero y principal con la vida de los animales «superiores» es decir con la humanidad en su conjunto. En un nivel similar los animales «inferiores». Unos y otros débiles en su hálito vital.

    Y qué curioso, me hecho también amante de los insectos, de las piedras, de los estratos geológicos, de la deriva de los continentes…

    Con Oliver Sacks digo: han merecido la pena estos últimos años de mi vida

    • Reply Rosa María Mateos Ruiz 5 octubre, 2015 at 6:25 pm

      Bienvenido al club QRbrother de los mentalmente afectados con una identidad positiva. Me gusta eso que la Ciencia es poesía y viceversa. Gracias por compartir. Rosa

  • Reply Yiyo 17 octubre, 2015 at 6:30 pm

    Que belleza de ilustración y que bien traída, es el ejemplo claro de como percibimos sin empatía ninguna el mundo del autismo. Su mundo lleno de oscuridad, el mío siempre claro y luminoso. Su vivir hundido y cerrado, el mio abierto y elevado. El violonchelo y yo castañuelas…….lo de siempre, lo mio mejor.
    Para mi, no obsesionarse por catalogar la diversidad de cada ser humano es dar una oportunidad a la empatía.

    • Reply Rosa María Mateos Ruiz 21 octubre, 2015 at 5:05 pm

      Bien cierto. No juzgar, no catalogar, no comparar. Ahí está la clave de la empatía y, en última instancia, de la felicidad. Voilà.

  • Reply Antonio Parrilña Muñoz 3 diciembre, 2017 at 5:29 pm

    Amiga Rosa:
    Das en el clavo y muy acertadamente.
    Lo poco que conozco de esta misteriosa cualidad del autista, nos lo has plasmado con mucha y cariñosa empatía hacia estos especiales seres que con mayor o menor profundidad viven en un nivel de sentimientos no observado por el resto de los mortales.
    Nos dejas claro que debemos aprender de ellos y no al contrario; otro asunto es que esta sociedad quiera aceptarlo y deje que se integren con la única medicina eficaz que existe, no solo para este grupo sino para todo el diferente, para todos los individuos; el amor.
    Mi enhorabuena por tu entrega…, cortita pero muy sabrosa!!

    • Reply Rosa María Mateos Ruiz 13 diciembre, 2017 at 5:56 pm

      Gracias Antonio,
      Empatía y amor, esos son los ingredientes; pero qué difíciles nos resultan.
      Gracias por tu fidelidad.
      Un abrazo

    Leave a Reply