Literatura

La Dama Blanca

17 diciembre, 2019
La Dama Blanca

Las hermanas Cucharova nacieron sietemesinas en el lúgubre quirófano de un gris hospital de la ciudad más triste de las que rodean el Mar Caspio. La pobre madre perdió allí la vida por unas terribles fiebres puerperales. La infancia de las niñas transcurrió sobre una extensa llanura invernal, donde los grajos revolotean alrededor de espantosos edificios de hormigón sin una mísera flor en los balcones. En este paraíso, los Cucharova poseían una minúscula vivienda con tres ventanas interiores y un baño empotrado, con la ducha y el retrete sobre el mismo agujero. La única nota de color la ponía el padre de las mellizas, el famoso Capitán Trimegisto, un mago profesional del ejército soviético que tenía como misión entretener a la tropa en aquel despiadado lugar. Ludmila aprendió rápidamente los trucos, ilusiones y artimañas de su padre, e incluso los mejoró. A los siete años sacaba cormoranes de la chistera y era capaz de mover las cartas de la baraja a la velocidad de la luz. En el colegio, tenía fama de conocer los exámenes con antelación, ya que no había puerta ni cerradura que se le resistiera.

Muy pronto su horizonte níveo se le quedó pequeño y emigró a la Ciudad de la Luz con el nombre artístico de «La Dama Blanca».  Malvivió los primeros años, de garito en garito, con un espectáculo muy logrado en el que hacía desaparecer la ropa interior de los caballeros y las joyas de las señoras. Pero sus aptitudes estaban muy por encima de una función diaria en el subversivo barrio de Saint Denis, y puso las miras en la mejor casa de subastas parisina, donde circulaban a diario valiosas obras de arte, suculentas herencias y tesoros de valor incalculable. Su dominio de las lenguas eslavas fue decisivo para que Ludmila Cucharova entrara en la prestigiosa casa con paso firme y un contrato bajo el brazo.   

La ocasión la pintan calva. A los pocos meses de su incorporación, se anunció la subasta del mayor diamante encontrado jamás en las entrañas de la Tierra: la Gran Estrella de África, de 530 quilates y un precio de salida de 380 millones de euros. Ludmila maquinó el plan perfecto. Convenció a su hermana para que fabricara una réplica exacta del diamante: la química Cucharova trabajó varias noches de incógnito en el laboratorio para dar a luz un cristal de carbono sintético que brillaba más que los rayos del Sol. Después, la Dama Blanca maquinó lo indecible para ser la chica elegida que llevara el diamante -sobre un cojín de terciopelo rojo- desde la caja de seguridad hasta la mesa de subastas. Disponía exactamente de 52 segundos y siete décimas para dar el cambiazo.

La digna hija del Capitán Trimegisto lo bordó. En el paso 62 hizo ademán de tropezar y tapó con su cuerpo la visión de las cámaras de seguridad. Fue el momento preciso para hacer la cabriola y canjear los cristales, ante la mirada atenta de un público que no se percató de la operación. El falso diamante se vendió por la friolera suma de 500 millones de euros con todos sus certificados de autenticidad, mientras el original permanecía atrapado en la doble manga de la Cucharova. Poco tiempo después Ludmila cruzó los Pirineos, buscando pasar desapercibida en este reconocido país de pícaros y trileros.

Una cálida mañana, La Houdini del Caspio llegó a la ciudad donde Agustín Valeriana tenía su comercio de colchones «La Dormilona». Parecía una chica inocente, con aquel bolsito infantil de lentejuelas y sus plataformas verdes. El colchonero español perdió completamente la cabeza y el corazón por la gitana blanca. Fue tan intenso el amor y tan grande la confianza que él le cedió sin rechistar las riendas del negocio. La muy ladina había elucubrado la manera de liberar la mercancía sin levantar sospechas. Y así fue cómo la Gran Estrella de África viajó entre algodones hasta las manos de un excéntrico millonario ruso, que recibió a domicilio un pedido de almohadas ergonómicas.

«La Dormilona» prosperó como nunca, con un trasiego de almohadas y cojines que iban y venían por el ancho mundo con un secreto escondido en su interior: alhajas, aljófares, brillantes y esmeraldas, así como fajos de billetes atados con una gomilla.

El matrimonio Valeriana compró la casa más grande y soleada de la comarca, en lo alto de una colina con vistas al mar. Trajeron a vivir con ellos al Capitán Trimegisto y a la química Cucharova, que montó una pequeña tienda de remedios caseros contra las enfermedades del alma. «Alquimia para reír», fue su slogan comercial. Ludmila le regaló a su enamorado el mejor teatro de la ciudad: El Gran Moscú, que restauró gracias al trasvase de almohadones. El dramaturgo retomó su vocación teatral con una función diaria a precios muy asequibles, sin sospechar siquiera que la cultura puede blanquear grandes riquezas. Los domingos había un espectáculo gratuito de magia; el Capitán Trimegisto se disfrazaba de domador de circo y hacía desaparecer a su hija en los escenarios más variopintos: dentro de un tanque de agua, colgada de un trapecio o atada de pies y manos en el interior de un «dos caballos». La gran escapista de la justicia triunfó finalmente al calor de un público entregado que le hizo olvidar, por fin, los gélidos avatares de la infancia.  

Y entre tanto amor y delirio nació el pequeño Mijaíl, con porte de flamenco y una pértiga de quince pies. Llegó a ser el mayor funambulista de todos los tiempos.

Pero ésa ya es otra historia que no cabe en este cuento.

Imagen: © Andrea Koporova

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14 Comments

  • Reply Jose Luis 18 diciembre, 2019 at 6:26 pm

    Cucharovamente buenoo

  • Reply Antonio Azcón 18 diciembre, 2019 at 7:28 pm

    Querida amiga:
    Hoy no ha habido las carcajadas que habitualmente levantan en mi tus escritos; han sido sustituidas por una silenciosa expresión de admiración ante la fluidez de tu narrativa y lo bien que te expresas. Enhorabuena.

    • Reply Rosa María Mateos 19 diciembre, 2019 at 9:14 am

      Gracias Antonio, es un gran halago. La verdad es que contar la vida de la Cucharova en menos de 1000 palabras era un reto. ¿Tomaremos ese café navideño este año?
      Un gran abrazo para ti

  • Reply Antonuio Parrilla Muñoz 19 diciembre, 2019 at 7:25 pm

    No puedo decir otra palabras que no sea.-genial» . Amiga Rosa, «mas dejao» petrificado y sin respuesta a tu impecable entrada, me has dejado pegado a la «Cucharova» ; si te puedo decir que aún siendo un continuación de las historias de tan ladina familia, los Valeriana, has conseguido renacer a esta sutil y única persona con esta nueva creación de Ludmila.
    Bajo mi punto de vista este personaje, daría para una novela completa.
    Felicidades y un abrazo.

    • Reply Rosa María Mateos Ruiz 19 diciembre, 2019 at 8:46 pm

      Sí. Las Cucharova darían para una saga. Hay que liberar la imaginación aunque salgan personajes poco verosímiles. No obstante, estoy completamente segura que Ludmila Cucharova existe, y anda por ahí dando «sablazos». Gracias Antonio por tu fidelidad con laletradelaciencia. Un abrazo.

  • Reply Inela 20 diciembre, 2019 at 2:37 am

    No se quien tiene más magia , la Cucharova o tu . De donde sacas esas historias y como consigues redactar con esa fluidez. Es magia seguro!

    • Reply Rosa María Mateos Ruiz 20 diciembre, 2019 at 4:53 pm

      Ya sabes dónde vuela mi mente en esos momentos de ausencia que tanto me critica nuestra amiga en común; y mis tradicionales despistes. Para inventar historias hay que dejar volar la imaginación.
      No tengo remedio….
      ¡¡¡Gracias por aflorar!!

  • Reply Pedro Conesa 23 diciembre, 2019 at 2:42 pm

    Lo he leído, y después los tres del tirón. Y sólo puedo decir que forman un conjunto magnífico. Y sí, estoy de acuerdo contigo en que las Cucharova merecerían un buen desarrollo. No sé si una novela será demasiado, pero un relato largo estaría muy bien. ¡Ánimo!
    Y, por supuesto, felices fiestas. A ti y a todo el grupo de fieles lectores. Un abrazo

  • Reply Rosa 23 diciembre, 2019 at 7:51 pm

    Gracias Pedro. Habrá que hacer algo con las Cucharova y el Valeriana. Un relato largo con más exposición de sus vidas. Un abrazo y gracias por tu fidelidad. En estos tiempos que corren, es un regalo. FELIZ AÑO

  • Reply Pedro Javier Conesa 27 diciembre, 2019 at 12:50 pm

    Buenos días y feliz año

    Te adjunto el enlace a algo que acabo de subir a mi muro. Es una historia real, de la que tal vez se podría sacar material para un relato algo más trabajado (zapatero, a tus zapatos, ya sabes) pero que, por mi parte, no podía dejar correr así como así.
    No sé si es un regalo envenenado, pero considéralo un regalo, y ojalá que te inspire algo bueno. -estoy seguro de que así será.

    Un abrazo
    https://www.facebook.com/pedrojavier.conesadavila/posts/2811417428901231

  • Reply Rosa 30 diciembre, 2019 at 10:21 pm

    Pedro: Cuando pincho, me dice que el contenido no está disponible. Mándamelo directamente a mi mail. Me puede la curiosidad. Gracias y FELIZ AÑO!!!!!!

  • Reply Pedro Conesa 31 diciembre, 2019 at 11:02 am

    Parece ser que había alguna restricción de acceso -por defecto- que quité ayer, por lo que espero que ya funcione. Por si acaso, luego te lo reenviaré por correo.
    Feliz año nuevo pero, sobre todo ¡felices escritos nuevos!

    • Reply Rosa María Mateos Ruiz 9 enero, 2020 at 8:07 pm

      Estupenda entrada la tuya. Está tan bien contada que no me atrevería yo a meterle mano. Me quedo con tu original. Gracias, amigo.

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