Curiosidades de ciencia

Herejía

12 octubre, 2016

La historia de cualquier parte de la Tierra, como la vida de un soldado, consiste en largos periodos de aburrimiento y breves momentos de terror”. Esta frase del paleontólogo inglés Derek Ager pone de manifiesto el carácter tan complicado de nuestro planeta, un temperamento que se podría definir como el de un loco perturbado que, cada cierto tiempo, arma la marimorena. Esa poesía tan seductora sobre el equilibrio y la armonía de la Tierra, créanme, es una leyenda urbana; quédense más bien con la frase que escribió Darwin en su cuaderno de campo: «Un instante basta para destruir ilusiones prolongadas«. Así es, los capítulos y apartados que marcan la biografía terrestre, un largo texto de 4600 millones de años, se abren y cierran con grandes cataclismos, extinciones masivas y revoluciones naturales que dejaron una huella reconocible a escala global.

Entre las más frecuentes expresiones de la personalidad ciclotímica de la Tierra están los continuos cambios en el clima; entendiendo el clima como un complejo sistema de interacciones entre agentes terrestres y extraterrestres, jugando un peso muy importante los desvaríos de la actividad solar (el sol también es un poco lunático). ¿Qué nos dicen los estratos y los sedimentos marinos al respecto? Pues esas páginas donde está escrito el pasado remoto nos revelan que, desde hace 50 millones de años, la Tierra se está enfriando; el clima tan cálido que reinó durante todo el periodo anterior- el Cretácico- y que generó el boom de las plantas con flor, se marchó para dejar grandes extensiones de hielo en los polos y en las cimas de las cordilleras terrestres.

Los evolucionistas del XIX, además de dinamitar el concepto de una Naturaleza inmutable, también nos legaron una gran afirmación: «Si el clima influye en el desarrollo de los organismos, también los seres vivos han de influir en el clima». Pese a lo que algunos creen, tampoco tenemos primicia alguna como especie modificadora de la atmósfera. Las concentraciones de oxígeno y dióxido de carbono (CO2) en esta capa gaseosa que nos reviste, han variado (y mucho) a lo largo de las diferentes eras geológicas, no solo debido a la furia de los volcanes, sino también a la actividad de los organismos que realizan la fotosíntesis. El CO2 es un chute para las plantas, se disparan como un jovenzuelo en una discoteca de Ibiza. De nuevo, las páginas de ese novelón que tiene por título «El planeta azul» nos relatan que, desde la aparición de la Vida, el dióxido de carbono se ha ido reduciendo progresivamente en beneficio del oxígeno.

Podemos pues resumir esta perspectiva geológica en tres actos: La Tierra se enfría, el CO2 disminuye y, un dato más: no hay una relación clara en el registro geológico entre el CO2 y la temperatura global.

¿Qué nos importa esta visión tan lejana en el tiempo? Un pimiento, dirán muchos de ustedes. Pero no abandonen aún la lectura y dejen que les acerque poco a poco hasta nuestro tiempo.

La curva de la temperatura global de la Tierra durante los últimos cuatro millones de años bien pareciera la trayectoria de una montaña rusa. La sucesión de glaciaciones y periodos interglaciares más cálidos ha revolucionado el planeta en los últimos segundos de su biografía. Por un lado, las continuas subidas y bajadas del nivel del mar (amplitudes de hasta 130 m), que han ido modificando la línea de costa y trazado numerosos puentes terrestres durante las glaciaciones, vías naturales que han utilizado las especies para migrar y cambiar de rumbo. Por otro lado, importantes extinciones de aquéllos que no supieron o pudieron adaptarse a los vaivenes del clima; valga como ejemplo la desaparición de los mastodontes (mammuts) y de nuestros primos los Neandertales, que se quedaron también por el camino (ambos por grandullones).

El Neolítico marca un antes y un después en nuestro devenir como especie; pasamos de ser grupos dispersos de nómadas, con culillo de mal asiento y más hambre que un león de circo, a concentraciones estables de campesinos y ganaderos. Ese cambio tan extraordinario en el comportamiento vino inducido por una variación radical del clima: atrás quedó la última glaciación para dar paso a un clima más cálido y favorable para el desarrollo de la agricultura. En ese momento cumbre de la Prehistoria, la temperatura global subió unos 5ºC en tan solo dos décadas y los hielos se retiraron hacia las latitudes polares que ahora conocemos. Durante los 12.000 años que han trascurrido desde entonces, las fluctuaciones climáticas han marcado el paso de las grandes civilizaciones. El imperio romano se extendió durante siglos bajo una bonanza climática que permitió el cultivo de viñedos en Britania y de cereal en el norte de África. El llamado Óptimo Romano tocó techo hacia el año 400 d. de C., y coincide con un recrudecimiento de los inviernos en el norte de Europa que fuerza a los pueblos bárbaros a desplazarse hacia el sur, abriendo cada vez más fisuras en las fronteras del Imperio. El calor volvió de nuevo a Europa en la Edad Media, y las buenas cosechas y ricos pastos sufragaron la construcción de las grandes catedrales. Pero si hay que remarcar una época peculiar en nuestra historia, ésta fue la Pequeña Edad de Hielo. Las pinturas de Brueghel El Viejo (S. XVI) ya muestran unos paisajes con mil matices de blanco en la paleta, y un manto de frío, hambre y miseria cubrió a la vieja Europa hasta bien entrado el XIX.

Recientes estadísticas ponen de manifiesto que el 75% de las tierras no cubiertas por el hielo están modificadas por el hombre. La humanidad posterior a la revolución industrial se ha convertido en un agente transformador del paisaje a un ritmo vertiginoso. Nuestra huella en el planeta ha adquirido ya una dimensión global, alterando la mayoría de los ecosistemas, menguando la biodiversidad y dejando un reguero manifiesto de contaminación en mares, ríos, lagos y acuíferos. Si esto pareciera poco, hemos liberado a la atmósfera una importante concentración del carbono que la Tierra había almacenado durante millones de años como depósitos de carbón, gas e hidrocarburos. En estos momentos hay suficientes evidencias científicas, ya incuestionables, sobre un cierto aumento del CO2 en la atmósfera que procede de las emisiones humanas, y que representan un 5% del total. Los modelos climáticos y la realidad muestran un clima cada vez más extremo, donde cada día se baten récords de temperatura. Según los expertos hemos entrado en un nuevo ciclo climático antes no reconocido por el hombre, aunque sí por la Tierra.

Humboldt decía que la Naturaleza establece una misteriosa conexión con nuestros sentimientos más íntimos y constituye la verdadera república de la Libertad. Las emociones que despierta el conocimiento del medio natural pueden ser tan diversas como individuos hay en este planeta. Personalmente reconozco que discrepo bastante de la percepción oficial sobre el cambio climático, y me cuesta muchas discusiones acaloradas con los amigos. A mi entender, el cambio climático es la punta de un iceberg que esconde problemas mucho más profundos, y que se asientan sobre tres pilares fundamentales: el alejamiento progresivo de la población de la Naturaleza, la avaricia por los recursos naturales y el consumo desmedido. Los líderes políticos mundiales se han atrincherado bajo la bandera del cambio climático; unos para negarlo y otros, para convertirse en misioneros de una pseudorreligión que ya tiene fieles y doctrina. Todos sabemos los intereses que defienden unos y otros. En menos de una década se han apoderado del conocimiento científico (y les hemos dejado) para diluir la voz de las asociaciones independientes de defensa de la Naturaleza y lanzar sermones, de cumbre en cumbre, basados en el miedo y la culpa (un binomio que siempre da resultado).

La destrucción del medio natural y el consumo van de la mano. Conciliar la relación del hombre con la naturaleza requiere un cambio radical y profundo en la manera de pensar, y otra forma de ver la realidad que nos encamine hacia nuevas actitudes. El aumento del conocimiento depende completamente de la existencia de desacuerdos y de gente que se plantee dudas ante los dogmas establecidos. Con el conocimiento llega el pensamiento, y jamás el poder ha revolucionado éste último.

Analizando lo que tengo más cercano, veo que mis hijos no echan de menos la naturaleza, no tienen esa necesidad de sentirla, y perciben el campo como una especie de parque temático donde pueden encontrar algo de diversión. El modelo turístico urbano se ha implantado también en el medio rural, con visitas a lugares y puntos de interés natural en grupos organizados, y de nueve de la mañana a cinco de la tarde. Los espacios naturales están repletos de prohibiciones y reglamentos que le hacen a uno sentirse extraño en su propia casa; no hay espacio ni tiempo para el zanganeo, la soledad, el silencio y la mera contemplación. Las actividades extraescolares en la naturaleza para los niños consisten en visitar granjas-escuela donde las gallinas tienen los nombres de los enanitos de Blancanieves y donde les explican que los tomates vienen de una mata. El medio ambiente es ya una mercancía más en la rueda del consumo. El siguiente paso será vendernos el aire que respiramos y ponerle precio a su calidad.

Los que van a cambiar el mundo han de entenderse con la Naturaleza, vivirla, sentirla y amarla. Por ello, en vez de esa remanida frase sobre «qué mundo vamos a dejar a nuestros hijos» vamos a pensar más bien «qué hijos vamos a dejarle a nuestra Tierra». Ésta sí que es una tarea individual que puede tener una enorme trascendencia.

 

Recomendaciones de la autora:

(1) Canción para después de una reposada lectura: «Cambia todo cambia» de Mercedes Sosa. https://www.youtube.com/watch?v=0khKL3tTOTs

(2) Bibliografía para profundizar: EL CLIMA DE LA TIERRA A LO LARGO DE LA HISTORIA. José Miguel Viñas Rubio. http://www.divulgameteo.es/uploads/Clima-Tierra-historia-JMV.pdf

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23 Comments

  • Reply Marisol Ramírez Verdejo 12 octubre, 2016 at 1:10 pm

    hereje, te quiero. Cuánto aprendo con vos, Leonarda.
    Quierooooo verte yaaaaa!
    feliz dia de la jota

    • Reply Rosa María Mateos Ruiz 12 octubre, 2016 at 5:04 pm

      Tú también me aportas esa vertiente de letras, que me encanta. Gracias a ti conocí a Zweig, y me llenaste la cabeza de lírica.
      Que el Mediterráneo no sea una barrera y nos veamos muy pronto.
      ¡Viva la herejía!

  • Reply Margarida 12 octubre, 2016 at 2:40 pm

    Me encanta el artículo y cambia todo cambia… felicidades !!!

  • Reply Fabián Villalta 12 octubre, 2016 at 4:26 pm

    Un buen artículo, Rosa.
    Estupenda reflexión.

    • Reply Rosa María Mateos Ruiz 12 octubre, 2016 at 5:07 pm

      Querido Fabián,

      Los geólogos tenemos esa percepción diferente del tiempo que nos cuesta hacer entender. Tenemos también la obligación de mostrar nuestra perspectiva.
      Gracias siempre por estar ahí.
      Un beso enorme,
      R

  • Reply Rafael 12 octubre, 2016 at 5:41 pm

    Yo creo que lo que dices no son herejías sino cosas muy sensatas. Cosa distinta es que reflexionemos en esta disparatada civilización(?) del «Antropoceno». Nos hemos puesto muy contentos, supongo, de haber superado el Holoceno y tener nuestro propio periodo geológico, pero no sabemos, o no queremos saber, de dónde venimos y cuáles son nuestros límites. Es más «guay» pensar en colonizar Marte. El Sr. Obama, por ejemplo, ya se ha puesto a la tarea( ¿o lo han puesto?). Entre esta apuesta por la recuperación de la conquista espacial y la defensa del Acuerdo ITTP( el librecambio llevado al paroxismo y el capitalismo especulativo-crematístico sin control), queda claro en dónde quedaron algunas esperanzas de cambio en las directrices del» Imperio» que, obviamente «Contraataca».

    • Reply Rosa 12 octubre, 2016 at 8:25 pm

      El Imperio siempre contraataca y estamos en manos de ese capitalismo sin control. Lo del Antropoceno: pues sí, ya tenemos nuestra nueva era geológica. Tú y yo somos ahora del Antropoceno………, y con éstos pelos.
      Gracias siempre,
      R

  • Reply PAISAJES DEL AGUA 12 octubre, 2016 at 7:52 pm

    Desde luego, eres una hereje. A quién se le ocurre…Has hecho bien en exponer lo que la ciencia sabe (que sabe poco) sobre la evolución del clima en la Tierra, y eso desde hace «sólo» unos pocos millones de años. La gente imagino que se sorprenderá al conocer que la Tierra está en una época fría y que hay poco CO2, al menos en comparación con épocas pasadas. Pero el ruido mediático es tan potente, los intereses económicos y políticos son tan formidables, la Ciencia está tan confusa, que los herejes no cuentan nada en este mundo en el que los poderosos manejan a la gente como marionetas. Ojo, y no digo ni que sí, ni que no, porque no tengo ni idea sobre el porcentaje de «culpa» que el hombre tiene en todo esto. Si me parece más apropiado el término «Cambio Global», pero esa es otra discusión que apunto para tu excelente blog. .

  • Reply Rosa 12 octubre, 2016 at 8:29 pm

    El Cambio Global es un cambio de la sociedad, para lo bueno y para lo malo. La Naturaleza se está llevando la peor parte, y los humildes. Cuántas perspectivas hay para contar una misma historia!!!! Y bendita sea la diversidad de opiniones.
    Tu blog, aunque no lo creas, me inspira también muchas reflexiones. Gracias

  • Reply HOMO SAPIENS "CANIJUDIENSIS" 14 octubre, 2016 at 12:53 pm

    Estimada blogera, en cuestiones climáticas se me ha vuelto usted definitivamente “díscola, indisciplinada”. Por quitarle hierro al asunto y sin que mi opinión se tome como una “palabra gravemente injuriosa contra alguien”, me atrevo a sugerir que puede que haya usted cometido un “disparate o acción desacertada” con el título de su entrada y quizás debería haber optado por el de la acepción que se le otorga a la “persona que disiente o se aparta de la doctrina o normas” establecidas. Pero insisto, nada más lejos de mis intenciones el de emitir una “sentencia errónea contra los principios ciertos de una ciencia” como los que tan brillantemente nos expone en los primeros párrafos de su entrada.
    Pero hete aquí que a continuación y por arte de birlibirloque literario, en el que es usted una consumada especialista, se enfrenta con los manipuladores de las “conciencias” (ecológicas), pero arrastrando en su particular tsunami a los ingenuos amantes de la caótica armonía de la naturaleza al considerarlos sumisos feligreses laicos de una especie de pseudo religión, tan irracional e impermeable a las discrepancias como las demás, donde el papel de Dios lo representaría la Madre Naturaleza y sus representantes en la Tierra serían los políticos y el radical, consumista e insolidario sistema capitalista neoliberal a los que tan mansamente, esta vez sí, seguimos dando legitimidad con nuestros votos.
    Hemos recibido la triste noticia del fallecimiento de Dario Fo, azote constante de la casta política o eclesial, y releyendo las andanzas de este singular juglar contemporáneo anoto algo que considero viene a cuento con el tema que se plantea: “…el único consuelo que tenemos los ateos es el don de la conciencia…, esa conciencia deja huellas sobre la memoria de los demás. Si uno deja algo a los otros es eterno.”
    Tal como ya le apunté en otra de sus entradas (¡Viene el frío!), la forma como quiera denominarse a los problemas medioambientales producidos por los seres humanos, me es irrelevante. Cierto que el sistema se aprovecha de nuestras “conciencias” y nos manipula. Pero ya lo hace en todas las facetas y aspectos de nuestra existencia. Es ahí donde deberíamos tomar conciencia del lugar que ocupamos y las actitudes que queremos tomar al respecto. Coincidiendo con uno de sus replicantes quizás deberíamos replantearnos la semántica y reconocer que en realidad con lo que nos enfrentamos es con una cuestión de “Cambio Global”.
    Pues eso, ni miedo ni culpa. Sí, porque con, en apariencia, insignificantes gestos cotidianos pretendemos que nuestra huella ecológica sea lo más nítida y limpia posible. Sí, por que me importa el mundo que vamos a dejar a nuestros hijos. Sí, porque efectivamente deberemos luchar aún arduamente para ganarlos a esta causa de futuro, su futuro. Seamos eternos para ellos.
    Rosa María, si lo piensa bien, nuestras inquietudes no son tan dispares. Está bien lo de plantearse dudas ante los consensos científicos o dogmas establecidos, si así prefiere denominarlos, desde un punto de vista medido en escalas geológicas, pero ello no deslegitima las certezas de los datos científicos contrastados y conocidos que nos están ya afectado, como usted misma reconoce, a los seres humanos en este último segundo de existencia que dicha escala nos otorga. No es mucho el margen de reacción que nos queda.
    Sempre és un plaer aprendre de les seves didàctiques exposicions i poder discrepar o no de les seves reflexions.
    Serà que el “roce hace el cariño”? Millor no l’hi preguntin a la meva dona!
    El seu fervorós seguidor…

  • Reply Rosa María Mateos Ruiz 14 octubre, 2016 at 4:53 pm

    Apreciado amigo,
    No soy capaz de entender su mensaje y no alcanzo a conocer su opinión sobre el asunto. En ningún caso deslegitimo los datos científicos , sería como morder la mano que me da de comer. Creo que no ha entendido bien el mensaje que pretendo trasmitir; es un mensaje sesgado, como bien reconozco, desde el punto de vista de una geóloga. No estoy en posesión de ninguna verdad, simplemente comento mi perspectiva en voz alta, res mes.

  • Reply Joaquín del Val 18 octubre, 2016 at 12:11 am

    Me gustado mucho, especialmente, el colofón del artículo, esos cuatro últimos párrafos certeros y demoledores. Gracias, Rosa.
    Un saludo.

  • Reply Edwin Garita Segura 5 noviembre, 2016 at 12:51 pm

    Hasta por fin logro leer a alguien con quien compartir ese sentimiento del famoso cambio climático. Yo coincido con usted y hago eco de sus palabras.

    Como geologo, reconocemos los cambios en la vida de nuestro planeta y sabemos que de nuestra parte homo hemos influido de alguna manera que hasta logramos poner nuestra propia época en la estratigrafia terrestre.

    En ese compartir con la naturaleza siempre hacemos el esfuerzo para que nuestro hijo de 4 años, la disfrute tanto como lo hicieron sus padres

    Su frase sobre que hijos le dejaremos a nuestra Tierra me impacto mucho.

    Siga adelante.

    Gracias

  • Reply Antonio Rafael Parrilla Muñoz 8 noviembre, 2016 at 8:27 pm

    Mi querida amiga Rosa : Como siempre que te transmito mi opinión y aunue parezca un disco rayado, no tengo más remedio que decirlo, puesto que es la verdad; y es verdad que mis conocimientos tecnicos sobre el apasionante tema que tocas, son muy superficiales y escasos, por lo que comentaré tu intresante escrito bajo mi filosofia personal creada dia a dia con mi contacto en un pequeño sector (mi nicho ecologico que diria un psicologo) de esta «nuestra casa común» ( palabras del Papa Francisco en su reciente enciclica «Laudato sí»sobre el cuidado de la casa común, que dicho sea de paso se ha destapado como un verdadero ecologista ).
    En primer lugar y comienzo por donde tú terminas; te diré que me ha encantado el mismo y lo cito » Los que van a cambiar el mundo, ha de entenderse con la Naturleza, sentirla, vivirla y amarla.» y continuas «Por ello, en vez de esa remanida frase . Bajo mi pinto de vista y lo apuntaba al principio es la verdadera cuestión, y sin menospreciarlos conocimientos cientificos sobre el planeta importantes y necsarios para la continuidad de nustra civilización. Pero bueno me dejo de circuloquios y te comento sin más mi opinión.
    Soy contrario a nuestra actual cultura mercantilista y pienso que l planeta no le hac mella ninguna, solamnte nos fastidia a los pequeños orgnismos inteligentes que lo habitmos. Soy partidario de la idea que nos muestra el abandono del estudio de la Naturaleza con fines de pertenencia a la misma como una especie más ( segín nuestra historia inteligntes), y este abandono mas pronto que trde será nuestra perdición y extinción como especie. Como decia al principio, yo trto de aprender de la naturleza que nos enseña perfectamete lel cmino seguir , miremos una especie cualquiera , las hormigas se han mantenido durante millones de años ( no unos segundos como los humanos) por lo que tendriamos que pararnos y analizar si esta intligncia que poseemos nos esta conducioenso hacia nuestra extinción.
    Coincido contigo en bastantes puntos (sobre la relación del hombre con su planeta) y no quiero parecer un profeta apolaliptico, pues el fin del mundo no esta cerca, puesto que esas «locuras » que nos manifiest son su peculiar forma de ser lo que tan bien nombras «personalidd ciclotimica»…lo que si está y se acerca a a velocidad de vertigo, es el final de una etapa de la humanidad.
    Un abrazo.AP.

  • Reply Rosa 9 noviembre, 2016 at 8:56 am

    Coincido plenamente con tu opinión. Permíteme que reescriba el párrafo con el que comenzaba otra entrada titulada «Primavera», y que, en cierto modo, recoge a grosso modo tu opinión. Gracias siempre.
    «Algunos amigos me acusan, en más ocasiones de las que quisiera, de carecer de sensibilidad y sentido crítico a la hora de abordar las consecuencias nefastas de la huella de nuestra especie sobre la Tierra. No hay nada de cierto en ello, tan sólo soy una mujer que tiene la deformación profesional de contar el tiempo en millones de años. También es duro bregar con eso, con el convencimiento de que algún día, en un futuro remoto, el paso del género Homo por aquí será tan solo un reflejo en el registro estratigráfico, y el sol seguirá saliendo cada amanecer sin nuestra ególatra presencia. Quizás incluso, esta nueva era denominada ya como el Antropoceno tendrá menos notoriedad geológica de la que pensamos»

  • Reply HOMO SAPIENS "CANIJUDIENSIS" 11 noviembre, 2016 at 11:30 am

    Como lo cortés no quita lo valiente y más vale tarde que nunca, vull manifestar-li que HO SENT MOLT. Prego disculpi la meva excessiva verborrea i curt enteniment. És evident que M’HE EQUIVOCAT si no he sabut entendre o seguir el fil de les seves, ni transmetre les meves pròpies reflexions. NO TORNARÀ A OCÓRRER…

  • Reply Rosa 11 noviembre, 2016 at 12:38 pm

    Nada de disculpas querido amigo. Al revés, sus comentarios alimentan el blog y me sirven para reflexionar en aspectos que no había caído. Las dudas y la disconformidad alimentan el debate. Bienvenidas sean!!!!!! y gracias siempre

  • Reply Pablo Caballero 23 noviembre, 2016 at 11:44 am

    El cambio climático es natural, cómo comentas. Lo que no es natural es la velocidad del actual, y su causa antrópica. Y se sabe, porque hay registros paleoclimáticos de cientos de miles de años, más todo lo que se ha aprendido sobre climatología planetaria de la observación de otros planetas, que lo peligroso y alarmante es la velocidad del cambio actual, y del aumento de la concentración de CO2.
    Y sobre eso se alerta, y de los efectos sobre la modificación de patrones climáticos, no sobre que haya un cambio climático.

    • Reply Rosa María Mateos Ruiz 23 noviembre, 2016 at 1:23 pm

      Gracias Pablo por estas apreciaciones, bien interesante. No obstante, sí que hay referencias en estudios paleoclimáticos de cambios rapidísimos en la temperatura global. No pienso una novedad la velocidad del cambio actual, el origen antropogénico sí. También veo importantes diferencias entre el verbo «alertar» y el verbo «asustar». Mis reflexiones iban en ese sentido. Agradezco enormemente tu discusión. Un abrazo

  • Reply Pedro Sánchez Gómez 23 noviembre, 2016 at 1:28 pm

    Estimada Rosa:
    Sin duda alguna, es uno de los artículos más brillantes que jamás he leído sobre el «cambio climático».
    Soy profesor en una universidad española e imparto clases en el Grado de Ciencias Ambientales y en algunos másteres relacionados, y una de mis batallas perdidas tiene que ver con esta historia. La simplificación de los problemas del mundo al CO2, me parece más propio de «la conjura de los necios» que de un debate científico. A los alumnos tan solo les pido que tengan una perspectiva histórica sobre la evolución del clima en La Tierra y que sean críticos y contrasten la información que les llega (científica y pseudocientífica) pero la pseudorreligión que comentas, con la complicidad de oportunistas supuestos científicos (forma parte de la condición humana), se ha impregnado de manera tan perversa en nuestra sociedad, que se ha instaurado una especie de Inquisición que si no perteneces a la ortodoxia plañidera del «cambio climático» te señalan con el dedo y te mencionan con todos los calificativos al uso en estos temas, dependiendo en el medio donde te muevas: facha, capitalista, insensible, insolidario, indocumentado, irresponsable, etc.
    Me considero una persona muy comprometida con el Medio Ambiente, no soporto tanta manipulación, y me temo que la batalla está perdida.
    Reitero mi más sincera enhorabuena por el artículo.
    Un saludo
    PEDRO

  • Reply Rosa María Mateos Ruiz 23 noviembre, 2016 at 1:38 pm

    Gracias Pedro, siento mucha solidaridad en tus palabras, y lo de la «ortodoxia plañidera» lo comparto. Me alegra muchísimo saber que hay pensamiento crítico en el mundo universitario. Un fuerte abrazo y gracias.

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